El zen no es algo nuevo y tampoco algo viejo. Mucho antes de que
Buda naciese, ya se buscaba en India, tal y como muestra la presente
obra.
Mucho después de que el hombre haya olvidado palabras como zen y
Buda, satori y koan, la búsqueda continuará, aún podrá verse el zen en
una flor, o en una brizna de hierba bajo el sol.
Lo que sigue está adaptado del prólogo a la primera versión en inglés de
esta antigua obra.
Vagando entre la inefable belleza de Kashmir, por encima de Srinagar,
llego a la ermita de Lakshmanjoo, que da a verdes campos de arroz, los jardines
de Shalimar y Nishat Bagh, y a lagos guarnecidos con lotos. El agua cae
desde lo alto de una montaña.
Lakshmanjoo, que significa alto, resplandeciente, me recibe. Comparte
conmigo esta antigua enseñanza del Vigyan Bhairava y el Sochanda Tantra,
ambos escritos hace unos 4.000 años, así como del Malini Vijaya Tantra,
probablemente otros 1.000 años anterior. Es una enseñanza antigua, copiada
y vuelta a copiar innumerables veces, y de ella Lakshmanjoo ha hecho el
principio de una versión inglesa. Yo la he transcrito once veces más para
darle la forma que tiene aquí.
Shiva la cantó en primer lugar a su consorte Devi en un lenguaje de amor
que aún debemos aprender. Trata sobre la experiencia de lo inmanente, y
presenta 112 maneras de abrir la puerta invisible de la conciencia. Sé que
Lakshmanjoo entregó su vida a esta práctica.
Alguna de las vías puede parecer redundante, aunque cada una es diferente
a cualquier otra. Algunas pueden parecer simples, pero cada una
requiere dedicación constante incluso para probarla.
Máquinas, bailarines, atletas, todos se equilibran. Al igual que la búsqueda
del centro o equilibrio incrementa diversas habilidades, también puede hacerlo la conciencia. A modo de experimento, intentad permanecer de pie
sobre ambos pies e imaginad que trasladáis vuestro equilibrio ligeramente de
un pie al otro; igual que el equilibrio se centra, lo hacéis vosotros.
Si somos conscientes al menos en parte, esto implica mayor conciencia
global. ¿Tenéis una mano? Sí. Eso lo sabéis sin ninguna duda. Pero hasta
que se os permitió la pregunta, ¿erais conscientes de ella por sí misma, aparte
del cuerpo?
Seguramente, los hombres inspiradores, conocidos y desconocidos por el
mundo, han compartido un común descubrimiento extraordinario. El Tao
de Lao-tse, el Nirvana de Buda, Jehová de Moisés, el Padre de Jesús,
Alá de Mahoma; todos ellos apuntan a la misma experiencia.
La no-cosa, el vacío, el espíritu; una vez tocados, la vida se clarifica.
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