Historia del Taoismo en China
Hay una cosa sin forma pero completa que existía antes que el cielo y la tierra; Sin sonido, sin sustancia, de nada depende, es inmutable, todo lo impregna, es infalible. Se la puede considerar la madre de todo cuanto existe bajo el cielo. No conozco su verdadero nombre; la denomino «Tao».Estas misteriosas palabras proceden del subyugante poema de 5.000 palabras a propósito del Tao.
Denominado Tao te king, escrito hace casi 2.500 años y atribuido a Lao Tse, el «Viejo Sabio». Las penetrantes intuiciones contenidas en los límpidos versículos de este libro fascinante constituyen una fuente viva de sabiduría que ha proporcionado solaz, consejo y esclarecimiento a millones de personas de todo el mundo. Ningún otro libro ha sido traducido tantas veces y con tanta frecuencia como el Tao te king de Lao Tse, y ningún otro libro, salvo la Biblia, cuenta con tantas traducciones al inglés. Con fecha de 1955, existían en el mundo 100 versiones distintas impresas, 90 de ellas en lenguas occidentales, 36 sólo en inglés.
Los datos sobre el autor del Tao te king y la fecha en que escribió su obra son muy apropiadamente, oscuros. No obstante, se ha determinado con plena certidumbre histórica, basada en consistencias de lenguaje y estructura métrica, que este libro fue compuesto entre los siglos IV y V a. de C. y que fue obra de un solo autor.
También parece comprobada la existencia de un individuo llamado Lao Tse, pues se conservan documentos que lo sitúan (a veces con los nombres de Li Tan, Lao Tan o Li Er) al frente de
los Archivos Imperiales durante el período mencionado.
Disgustado por la codicia y el caos político que marcaron su época, se retiró de la vida pública a una edad ya muy avanzada y se dirigió a lomos de búfalo hacia las montañas del oeste.
Cuando llegó al último paso que señalaba la frontera del imperio, el guardián del paso reconoció al célebre sabio y le suplicó que pusiera sus enseñanzas por escrito para transmitirlas a la posteridad.
Con desgano, sin haberlo previsto de antemano, y con un astuto sentido de la ironía, Lao Tse hizo un alto en su peregrinaje hacia el olvido y redactó el Tao te king en 5.000 caracteres, con la siguiente advertencia en los dos primeros versos:

El camino que puede expresarse con palabras no es el verdadero Camino.
El nombre que puede ser nombrado no es el verdadero Nombre.
Luego, sin pronunciar otra palabra, cabalgó hacia las montañas y no se volvió a saber más de él.
Tao significa «camino», te significa «poder» y king (a veces escrito ching o jing) significa «libro», en el sentido de un clásico histórico. Así pues, el título completo puede traducirse como El libro clásico del Camino y su poder. Probablemente este título fue añadido por comentaristas posteriores, pues a Lao Tse los nombres y los títulos le importaban tan poco como la farra y la fortuna.Luego, sin pronunciar otra palabra, cabalgó hacia las montañas y no se volvió a saber más de él.
Lao Tse no inventó el taoísmo. Al igual que Confucio, que obtuvo acceso a los valiosos Archivos Imperiales gracias a sus encuentros con Lao Tse, éste se limitó a recapitular los principios de una forma de vivir que había prevalecido en China 2.500 años antes de su propia época, durante el reinado del «Emperador Amarillo» (Huang Di), uno de los padres fundadores de la China.
Tanto Lao Tse como Confucio reverenciaban al Emperador Amarillo como progenitor de la civilización china y lo reconocían como el más destacado practicante del Camino.
El Emperador Amarillo reinó sobre una dispersa confederación de tribus chinas hacia el año 2700 a. de C. Se le atribuye el descubrimiento del secreto de la inmortalidad mediante la sutil combinación de las esencias masculina y femenina durante el acto sexual, y la transmutación del «elixir» resultante en pura energía y espíritu. De él se dice que mantenía un harén de 1.200 mujeres con las que copulaba a menudo según los, principios del «Tao del Yin y del Yang», y que a los 111 años de edad obtuvo la inmortalidad y ascendió al cielo montado en un dragón.
El Emperador Amarillo aprendió el Tao del Yin y del Yang de sus tres principales consejeros en materias sexuales: la Muchacha Sencilla (Su Nü), la Muchacha Misteriosa (Hsuan Nü) y la Muchacha Arcoiris (Tsai Nü).
Como se ve, los tres consejeros eran mujeres. Sus conversaciones quedaron registradas en el
Clásico de la Muchacha Sencilla (Su Nü Ching), un texto que se remonta al siglo III a. de C., pero que recoge un saber que ya era conocido en China desde hacía más de 2.000 años y constituye una verdadera mina de información sobre las antiguas técnicas taoístas que utilizan hábilmente la energía sexual para favorecer la salud y prolongar la vida.
Además del yoga sexual, el Emperador Amarillo era un ávido estudiante de la medicina herbal, campo completamente dominado por los taoístas en la antigua China. Sus conversaciones con su principal consejero médico, Chi Po, están registradas en el Clásico del Emperador Amarillo sobre medicina interna (Huang Di Nei Ching), que también procede del siglo III a. de C. Este libro, que aún hoy sigue siendo un texto indispensable para los estudiantes de medicina tradicional china, resumía todo el conocimiento médico transmitido en China hasta la época del EmperadorAmarillo y definía claramente los principios fundamentales taoístas sobre los que se basan todas las artes medicinales chinas.
Al igual que la Muchacha Sencilla, Chi Po le recordaba constantemente al Emperador Amarillo la estrecha relación que existe entre salud, sexualidad y longevidad, un punto destacado y único que distingue la teoría médicachina de todas las demás.
Huang Di y Lao Tse fueron los únicos sabios de la antigüedad que dejaron constancia del pensamiento taoísta antes de la era de efervescencia intelectual que siguió a la desaparición de Lao Tse. Por consiguiente, los historiadores chinos a menudo se refieren al taoísmo como Huang Lao Tao, el «Camino del Emperador Amarillo y del Viejo Sabio». Pero basta la simple palabra «Tao» para conjurar en las mentes chinas todo un edificio de filosofía natural que ha servido de guía a la civilización china durante 5.000 años.
Los estudiosos occidentales suelen describir el taoísmo como una de las grandes religiones del mundo, pero esto no es del todo exacto. Es cierto que, unos 500 años después de Lao Tse, la filosofía taoísta dio lugar a una iglesia organizada provista incluso de su propio «Papa taoísta», pero esta iglesia tiene muy poco que ver con el Tao original. Parafraseando a Lao Tse, «el camino que puede ser organizado no es el Camino verdadero». En realidad, la misma idea de una iglesia jerarquizada, con clérigos de sotana y dogmas religiosos, es completamente contraria al Tao.
El Tao es una manera de vivir, no un dios ni una religión. Literalmente traducido, quiere decir «Camino» o senda; un sendero en el viaje de la vida que se adapta a la topografía y a los horarios de la propia naturaleza.
Cualquier camino que no sea el Tao es, por definición, artificio. El camino occidental, que trata de dominar las fuerzas de la naturaleza antes que adaptarse a ellas, conduce inevitablemente a una división esquizofrénica entre hombre y naturaleza. El Tao ve al ser humano como una minúscula y vulnerable criatura dentro del grandioso plan de las cosas, y sugiere que nuestra mejor esperanza de supervivencia reside en vivir en armonía con las grandes fuerzas naturales que nos han formado a nosotros y a nuestro medio ambiente. Ir en contra del Tao es como tratar de nadar contra corriente en un poderoso río; tarde o temprano, las energías se agotan, el nadador se detiene y es arrastrado por las corrientes cósmicas del Tao.Los taoístas ven todo el universo como imbuido de Tao te (el poder del Tao). Este poder cósmico
primordial ha recibido los nombres de «Tai Hsu» (Gran Vacío), «Tai Chi» (Fuente última y Suprema) y «Tai Yi» (Motor Supremo), y constituye la «sustancia» misma del cosmos, la materia inmaterial de la que ha surgido el universo entero.
El Tao engendra el Uno,el Uno engendra dos cosas, luego tres, luego las diez mil cosas... El Uno es la Fuente última y Suprema. Cuando el «Big Bang» dividió el Tai Chi para crear el universo, surgieron Yin y Yang como polos negativo y positivo de un vasto campo electromagnético, con lo que se puso en marcha ese incesante acrecer y replegarse de fuerzas y fenómenos que denominamos «universo».
Las religiones occidentales proponen el concepto de un ser supremo que gobierna el universo desde su trono en el cielo, y lo denominan «Dios» con «D» mayúscula para subrayar su omnipotencia.
El punto focal de las religiones occidentales es «la otra vida», y buena parte de sus fieles manifiestan una morbosa preocupación por el destino de sus almas después de la muerte. En este sentido, las religiones occidentales son más idealistas que prácticas, más interesadas por la otra vida que por la actual.
Los taoístas, por su parte, no hablan de un ser supremo, sino de un supremo estado del ser; un estado sublime que se halla profundamente encerrado en el interior de todo ser humano y que sólo puede alcanzarse mediante el más intenso esfuerzo personal y la mayor autodisciplina. Este estado del ser, que por lo común se traduce a los lenguajes occidentales como «iluminación», recibe en Oriente la misma reverencia que los conceptos de «Dios» en Occidente, y forma parte del potencial interior de todas las personas.
Los taoístas consideran muerte y nacimiento como transiciones de un reino de la existencia a otro, y no como un comienzo o un final absolutos. Tal y como el mayor discípulo de Lao Tse, Chuang Tse, decía a sus discípulos: « ¿Cómo sé yo que al apegarme a esta vida no estoy sólo apegándome a un sueño y retrasando mi entrada en el mundo real?».
Aunque los sabios taoístas tienden a disfrutar de una vida larga y llena de salud precisamente porque se adaptan a lo natural, también afrontan la muerte sin temor ni lamentaciones, porque la muerte es asimismo natural.
El taoísmo se interesa principalmente por la vida en este mundo; traza una inequívoca equivalencia entre salud física y mental, e insiste en que sólo un cuerpo fuerte y sano puede albergar un espíritu fuerte y sano, razón por la cual el Tao se concentra tan intensamente en la salud y la longevidad.
Según el Tao, en nuestra vida cosechamos aquello que hemos sembrado. Por consiguiente, el Tao nos proporciona las semillas de sabiduría que necesitamos para cultivar la salud y la longevidad en el fértil jardín de la vida, y quienes labren el campo del Tao con la práctica y autodisciplina diarias no dejarán de cosechar tan deseables frutos. El Tao nos da el mapa de un camino entre el cielo y la tierra, pero cada uno de nosotros debe recorrerlo con sus propias fuerzas. A diferencia de las religiones occidentales, que ofrecen la salvación a cambio únicamente de fe, las puertas del Tao sólo se abren para quienes se esfuerzan en cultivar el Camino.
El Tao no puede suplicarse con oraciones, pero puede utilizarse en la práctica, y quienes aprenden a dominar su poder acaban descubriendo que «es inagotable». No se puede exagerar la preeminencia que el taoísmo concede a la práctica sobre la fe, a la experiencia sobre la erudición. Las medidas parciales, las medias tintas, nunca son suficientes: hay que «recorrer todo el Camino».

La filosofía dualista de Occidente divide los reinos espiritual y físico en dos esferas hostiles y
mutuamente excluyentes, y concede una validez superior a la primera. El taoísmo considera lo físico y lo espiritual como aspectos indivisibles, aunque claramente distintos, de una misma realidad, en la que el cuerpo puede compararse a la raíz que permite el florecimiento de la mente.
Una planta puede vivir sin sus flores, pero no sin sus raíces. Lo mismo ocurre con las personas. Alguien que haya «perdido el juicio» puede seguir viviendo mucho tiempo, pero morirá si pierde el corazón, los pulmones o el hígado, por más inteligente o espiritualmente avanzado que sea.
El planteamiento taoísta de la vida se resume esencialmente en la expresión ching jing wu-wei, cuya raducción literal es «sentarse quieto sin hacer nada». «Sin hacer nada» no significa estar todo el día sentado como un fardo, sino más bien hacer sólo aquellas cosas que realmente deben ser hechas, y hacerlas de una manera que no se oponga al orden natural del Tao ni al organizado flujo de las fuerzas cósmicas. Significa dedicarse únicamente a una actividad espontánea y no premeditada, hacer las cosas puramente por ellas mismas y no por motivos subsecuentes, vivir en armonía con la naturaleza en vez de tratar de dominarla. Más importante quizá, wu-wei implica saber cuándo es el momento de detenerse antes de llevar las cosas a extremos exagerados, y saber cuándo hay que abstenerse por completo de una acción inadecuada.
Como lo expresó Lao Tse: Cuando tu obra esté realizada, ¡retírate!
Tal es el Camino del Cielo.
En cuanto a «sentarse quieto», se trata en realidad del término chino para «meditación». La palabra «meditación» confunde o asusta a numerosos occidentales, puesto que implica «meditar» en alguna idea profunda, pero perpetuamente abstracta, que nunca logra definirse a satisfacción de nadie. En las tradiciones budista y taoísta,la «no actividad» de la meditación conlleva un serio esfuerzo para vaciar por completo la mente, en vez de llenarla con profundidades intelectuales. Esta clase de meditación resulta al mismo tiempo relajante y sumamente vigorizadora, ya que limpia la mente de la incesante cháchara interna que agobia y entorpece el espíritu durante la actividad normal. Las subsiguientes calma y claridad mental posibilitan toda suerte de percepciones intuitivas espontáneas sobre el Tao.
El taoísmo se mantiene como una de las más ricas tradiciones filosóficas del mundo, y sin duda la más antigua. Filosofía colorista y ecléctica, llena a rebosar de sabiduría y humor, su historia está cuajada de un delicioso surtido de personajes excéntricos. Con su única combinación de regímenes físicos y mentales, y su equilibrio entre teoría y práctica, el taoísmo ha llegado a englobar elementos tan dispares como la alquimia, la respiración profunda, ejercicios gimnásticos, disciplina sexual, medicina herbal, dieta, helioterapia y muchos otros. Estas variadas disciplinas son analizadas con gran detenimiento en los diversos textos taoístas transmitidos de maestro a discípulo a lo largo de los siglos, y todas se recogen en este libro.
De hecho, la «Biblia» taoísta, una imponente obra titulada Tao Tsang (El tesoro del Tao), con sus 1.120 volúmenes compilados a lo largo de unos 1.500 años, se cuenta entre los cánones
más extensos del mundo y constituye una verdadera «cueva del tesoro» de información esotérica.
Aun así, después de verlo y decirlo todo sobre el Tao, su esencia fundamental se resume en los inspirados versículos del Tao te king, que, a pesar de las protestas en contrario del propio Lao Tse, recoge mucho Tao en apenas 5.000 palabras y cubre mucho territorio en muy pocas páginas. Esto es así porque cada línea puede interpretarse simultáneamente en distintos niveles, y cada frase refleja las múltiples facetas del Tao del mismo modo en que una gema refleja la luz. El Tao te king trasciende las limitaciones relativas de historia y cultura, de tiempo y lugar.
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